Salomé Ramírez tiene nueve años y vive con su familia en el barrio Villatina. Es hija única, la consentida de la casa. Estudia en la Institución Educativa Gonzalo Restrepo Jaramillo y es una de las mejores estudiantes de cuarto de primaria. Le encanta leer. Su mamá, Wendy Arboleda, prestaba libros en el Hogar Infantil Martha Cecilia, el lugar donde Salomé aprendió a combinar las vocales y las consonantes cuando tenía cuatro años. Después de repasar las páginas de muchos cuentos, la profesora le dijo: “Mamá, ya no tenemos más libros para prestarles, ya se leyeron todos los que teníamos, porque no lleva a la niña a la biblioteca”.
Siguieron la recomendación de la profesora, y en el 2018 visitaron la Biblioteca Familia Villatina, una casa de tres pisos llena de libros y nuevas historias. Era el mismo lugar que Wendy visitaba cuando tenía diez años y en el que hizo la alfabetización mientras cursaba el grado noveno.
Nevir Escobar, gestora de públicos de Ratón de Biblioteca, recuerda que llegaron juntas a prestar a libros. Ella les habló de todas las actividades que la biblioteca tenía para ofrecerles a los niños y las niñas del barrio: “A Salomé la cuidan mucho en la casa. Al principio, le comenté a la mamá de los talleres, pero a ella le daba miedo dejar a la niña sola. Después, cuando tenía más confianza, me preguntó por las actividades que teníamos disponibles”.
Un año después de visitar la biblioteca, Salomé empezó a participar en el taller de Argonautas, un espacio donde las niñas y los niños, entre seis y ocho años, exploran el mundo a través de la literatura. “Nos encarretamos porque Salomé estaba aprendiendo mucho; entonces, invitamos a una amiguita de ella, Valentina. Ellas estudian por la mañana y yo las acompaño por la tarde a la biblioteca”, cuenta Wendy.
Para Salomé la lectura se ha convertido en una oportunidad para conocer otros universos que solo encuentra en las historias y los cuentos que comparte con las promotoras de lectura y los demás niños que visitan la biblioteca: “los libros me llevan a imaginar cosas, a pensar; por ejemplo, cuando mi mamá me lee un cuento yo lo voy recreando en la mente”, dice Salomé, una niña que disfruta cada página que lee, pues desde el 2018 ha prestado 270 libros.
Salomé y su amiga Valentina también se inscribieron en el taller de inglés. Nevir dice que Salomé es un poco tímida, pero no le da vergüenza participar en la clase y les ayuda a sus compañeros a mejorar la pronunciación. Zoraida, la tallerista de inglés, reconoce que Salomé y Valentina son las mejores de su clase: “Son muy constantes, muy receptivas y participativas. Trato de incluirlas en todas las actividades que hacemos. En el encuentro final del taller, voy a invitar a los papás y a las mamás para que vean todo lo que han avanzado”.
Wendy es la primera en atender esas invitaciones. Se siente muy orgullosa de su hija. Atesora todas las fotografías que le envían las promotoras de lectura y las manualidades que hace Salomé en los talleres. “Hace poco Salomé recibió en el colegio una mención de honor por su desempeño académico, y la biblioteca ha tenido mucho que ver en que ella tenga un nivel avanzado, allá les enseñan muchas cosas que no ven en la escuela o en la casa”, dice Wendy.
Además de ser un lugar en el que aprende cosas nuevas, Salomé ve en la biblioteca un espacio para divertirse y jugar con sus amigos. Cuando finalizan las clases en el colegio, lo primero que hace es pedirle a su mamá que la inscriba en las Vacaciones creativas: “La biblioteca es chévere porque tiene muchas cosas con las que uno puede interactuar. A mí me gusta mucho el origami y todas las cosas que hacemos en las vacaciones de julio y de diciembre: vemos películas, pintamos, leemos, hacemos manualidades”, dice Salomé.
Cuando le preguntan qué cambiaría de la biblioteca, dice que le gusta tal y como es: “Aquí nos educan y nos tratan bien. Soy muy feliz en la Biblioteca Familia Villatina”.