Esta crónica es producto del taller de Periodismo Joven que se realiza en la Biblioteca Familia La Esperanza, gracias al apoyo del Programa Nacional de Concertación Cultural del Ministerio de Cultura y Prensa Escuela de El Colombiano. |
Cosas de paisas
Esta es la primera vez que voy a contar una ciudad sin haberla visto. Mejor dicho, voy a hablar de ella a través de la voz de otros, voy a mostrarla desde ojos ajenos. La razón es simple, una de mis primeras semanas en Medellín cuando realmente era un mundo nuevo para mí.
Lo poco que pude percibir del movimiento de la ciudad fue el sonido del metro a mis espaldas, de frente, la luz que entraba por la ventana y variaba desde el amanecer hasta el ocaso, de a ratos, las gotas de lluvia que se metían en la habitación para recordarme a Bogotá, y de lleno, el canto de las gatitas que funcionaba como un despertador cada mañana.
Admito que dudé en escribir esto, sin embargo, vi la oportunidad de contarlo. Algunas veces, el ejercicio de la entrevista suele estar condicionado por tratar de prever la información que pretendo conseguir desde las preguntas, pero en esta ocasión, decidí entregarme a la voz de quienes guiaron mi recorrido por Medellín como quien cierra los ojos y se lanza al vacío.
¿Puedo dialogar con alguien sobre algo que no conozco? Lo que escribo es tan solo la sombra de la sombra, un reflejo del contraste en la pared de la caverna. Con esto, quiero destacar Medellín como si fuese un mapa de rutas que realmente hubiese caminado. Quiero contarla para que, cuando me lean, sientan la ciudad como yo la sentí a través de otros: palpable, real, genuina. Quiero que, al contar Medellín en estas palabras, se sienta como lo que sabes que siempre estuvo ahí, a pesar de no haber existido nunca, casi al final de mi recorrido por el parque Juanes de la paz decido organizar la única mañana que me tomo para caminar y reviso una lista de los lugares que tal vez podría llegar a conocer. Analizando las opciones y las distancias, logro ver una hermosa biblioteca ubicada en lo que me dijeron se llama la Maracaná. Me siento tan cómoda que me quedo un buen rato mirando todo y conversando con las bibliotecarias y cuando estoy por irme, descubro las escaleras que señalan la continuidad del espacio al CIC. Al asomarme y sentir la necesidad de subir, fue confirmar que ese universo al que me llevan los libros y el arte se extendería una hora más y un piso más arriba. Cuando leo que se autodefinen como un espacio para los libros leídos, entiendo que están destinados a ser parte de la memoria de Medellín. Llego hasta la cima y recibo el primer impacto; si las historias de los libros tuviesen un olor, seguramente sería algo así como la combinación del olor de las casas que habitaron y el de las manos que los sostuvieron, y eso se siente al recorrer los estantes y descubrir cada cosa de este bello lugar. La tradición de las ciudades se construye desde el recuerdo y la memoria en las historias y esta será la que edifique la identidad de los pueblos.
Me doy cuenta de que el tiempo pasó y, de repente, lo que iba a ser una mañana de paseo, terminó por convertirse en un agradable medio día de conocimiento y placer visual. Salgo ahora a donde será la casa de la cultura y de ahí me llevarían al centro, voy hasta el lugar con la liviandad de quien anda tranquila por las calles de su barrio, me sorprendo de la cantidad de gente en el lugar y en la calle, y es lo primero que pienso mientras me siento y me acomodo, después de un buen rato me informan que iremos mejor al museo de la memoria y muy emocionada me levanto y sigo mi recorrido. Después de visitar muchos lugares y conocer más de cada pedacito de Medellín me doy cuenta que no era la cuidad que esperaba y que es mucho mejor, que no todo es malo, que sí, hay muchas personas buenas, y no solo eso también hay cultura, amor al arte y gente pujante ya que durante todo el recorrido encontré muchas cosas y logre analizar la capacidad de regateo.
Seres con una mentalidad innovadora y con la habilidad de venderte lo que sea, así no lo necesites,te regatean el precio, pues tiene la capacidad de crearte una necesidad hasta que te lleves el producto. La exageración también es algo que vivimos como paisas, digo que vivimos porque tan solo en 3 años ya me siento parte de esta cultura.
Los paisas al ir a un lugar a comprar algo siempre les falta para el pasaje, se les desaparecen 20 mil pesos de un momento para otro, dicen no tener, pero esa es el arte del regateo, un arte aun no catalogado, pero que no deja de ser el instrumento de muchos para negociar. Se concibe con el tiempo, ya sea por perdida de plata o porque dio papaya y termino pagando demasiado por algo absurdo, o por comprar barato y le salió caro.
Los paisas y el arte
Sería inconcebible para mí y para esta hermosa ciudad no hablar de los grandes genios, iconos de admiración de todo Medellín. Entre estos se encuentran Carlos Mario Aguirre y Cristina toro, juntos hacen el dúo de las risas imparables. El águila descalza, dos personas con un intelecto abundante, un amor por el arte y un cariño por sus amantes de cada noche, su público, seres iluminados por la planta herbácea menos infravalorada por los jóvenes que quieren mantener un aliento abundante en frescura y un intestino delgado poco satisfecho de la baja absorción de vitaminas y minerales, la cebolla, no me canso de escuchar esa historia, Le agradezco a la persona que planto, recogió y vendió esa cebolla, gracias a ese campesino podemos reír a carcajadas por las locuras, atrocidades coloquiales y cometidas por nuestros antecesores.
Los paseos
Muchas familias han asistido por años al popular paseo al charco, como se conoce en los Municimios del departamento de Antioquia. Son quebradas tranquilas, con cascadas, rocas y aguas cristalinas. Obvio en estos paseos al charco no falta la ollita, la ida en bus comiendo sándwich y los cánticos icónicos hechos por muchos, “acelérele chófer que ya vamos a llegar”, “señor conductor más velocidad”, “que canten, que canten los burros de adelante”, y un sin fin de canciones que se entonan para pasar un buen momento y llegar al destino muy despierticos y con mucha energía. Me siento orgullosa de haber participado de ello y espero con emoción que esas costumbres no se pierdan, es algo que los caracteriza, una Colombia sin montañeros sería igual o peor que un ejército sin soldados.
Fiestas
Seres iluminados por una energía inagotable, puede que no seas tú, pero alguna vez viste a algún familiar en especial un tío o tía, que baila toda la noche sin parar, bailando salsa de una manera extravagante, ligera y con una libertad que solo sorprende, en mi caso me decían que bailara pero a mitad de pista estaba bastante cansada, pero al escuchar Rodolfo Aicardi, Los Hispanos, Grupo Niche, Maelo Ruiz entre otros, hacían que todos se pararan, cantaran a todo pulmón, bailaran entre las mismas mujeres y con los niños de la familia y otros artistas icónicos que no pueden faltar en una fiesta. Es algo memorable, transmiten sensaciones de felicidad, melancolía y euforia con sus letras, dignos de un 24 de diciembre con el asado y el sancocho del 25 por la mañana reunidos con toda la cuadra. Familias, hogares y personas que ni conocemos pero que se acercan y disfrutan de un momento de unión y felicidad.
Después de todos estos años y rememorando un poco de donde vengo y donde estoy ahorita, podría decir que es de los mejores lugares por su cultura, pujanza, innovación pero en especial por su gente que la hace más especial, una ciudad que cualquier visitante quisiera volver. La ciudad de la eterna primavera.
Autora:
Mariana Muñoz Restrepo , 9°
Usuaria de la Fundación Ratón de Biblioteca