El corazón de una niña lectora

Por: Edwin Andrés Zapata Estrada, Promotor de Lectura, Ratón de Biblioteca 

Sami lleva casi seis meses asistiendo al Centro de Lectura Villa Guadalupe. Los primeros días en los que ella llegó a la biblioteca tenía una mirada silenciada y una sonrisa disipada, tanto que parecía que, a los ojos de su corazón, ya nada los sorprendían. Es decir, estaba perdiendo el deseo de conocer y de hacerse preguntas sobre el mundo que la rodeaba. Sin embargo, Sami se resistía a esa pérdida y guardaba en lo más profundo de sí misma un poco del sentimiento de sorpresa que genera, por ejemplo, ver un atardecer, contemplar el vuelo de un ave y asombrarse con un cielo nocturno lleno de estrellas.

Fue así como Sami conoció, por invitación de un amigo, el Centro de Lectura Villa de Guadalupe. En ese lugar, ella encontró no solo un refugio seguro, sino un espacio para recuperar la magia del asombro que estaba perdiendo. Todas las mañanas, se dirigía a la sala de literatura infantil, donde se sumergía en el fantástico mundo de historias escritas por autores como Anthony Brawne, Oliver Jeffers, Irene Vasco, Ana Llenas, Yolanda Reyes, Amalia Low, Ivar Da Coll, entre otros. Cada vez que Sami abría uno de esos libros, sus ojos se posaban sobre una ilustración y brillaban llenos de curiosidad y de alegría. En pocos días de estar viniendo a la biblioteca, ella empezó a recuperar su mirada atenta y la seguridad de su sonrisa.

Atraído por el asombro que le generaban a Sami los libros de literatura infantil, una de esas mañanas, yo me acerqué a conversar con ella. Quería saber cuál de las historias que había leído la había cautivado más. De una manera tímida y con una voz bajita, ella me respondió: «Profe, es que yo no sé leer». La sorpresa y la tristeza me invadieron al saber que una niña de diez años aún no sabía leer. Sorpresa, porque confirmé la idea de que las historias de literatura infantil las cuentan, en gran medida, las imágenes y las ilustraciones de los libros. Tristeza, porque me parecía increíble que, en pleno siglo XXI, con todos los avances tecnológicos y digitales, el analfabetismo aún fuera una realidad tan cruda en el mundo. Realidad que no se trata solo de criticarla, sino también de transformarla, y eso es lo que a diario intentamos hacer dentro y fuera de los cinco espacios de la Fundación Ratón de Biblioteca.

Decidí entonces leerle un libro titulado Letras al Carbón, de Irene Vasco. La lectura en voz alta tiene una magia especial: Sami parecía hipnotizada al escuchar la historia de un pueblo donde el dueño de la tienda, el señor Velandia, era una de las pocas personas que sabían leer, y de una joven que, movida por el deseo de comprender las cartas que le enviaba el enamorado de Gina, su hermana, decidió aprender a leer, y con ello para enseñarle a su hermana. A partir de ese momento, todas las mañanas Sami llegaba a la biblioteca y me decía: “Profe, cuéntame un cuento”. Durante varios días, compartimos historias como Tito y Pepita, de Amalia Low; Pies Para La Princesa, de Ivar Da Coll; Hansel y Gretel, de los hermanos Grimm y El corazón y la botella, de Oliver Jeffers. En uno de esos encuentros, le pregunté si le gustaría que le enseñara a leer y le dije que, si aprendía a leer, podría crear y descubrir un mágico mundo. Sami, entusiasta, aceptó el desafío.

Enseñar a leer sigue siendo uno de los actos más humanos y rebeldes que podemos realizar, pues cuando una niña o un niño aprende a leer, su mundo cambia, y las cosas dejan de ser simplemente cosas y se convierten en portales hacia nuevas maravillas. Como dice Irene Vallejo en su libro El infinito en un Junco: «Aprender a leer tiene algo de rito iniciático… sella una alianza, desgaja una parte superada de la infancia. Se vive con felicidad y euforia».

La constancia e interés de Sami por aprender a leer, hicieron que, en un mes y medio, empezara a reconocer y comprender sus primeras palabras. Con esto, comenzaron a transformarse aspectos de su personalidad. Como ya lo había mencionado antes, cuando Sami llegó a la biblioteca, era una niña silenciosa, con una mirada triste e indiferente. Ahora, su mirada se había llenado de curiosidad y empatía y ella se volvió más conversadora. Su timidez se convirtió en una creciente confianza en sí misma. Lo más sorprendente fue que su corazón había recuperado la capacidad de asombrarse y su corazón latía lleno de curiosidad por descubrir y hacerse preguntas sobre todo lo que iba descubriendo y conociendo del mundo de los libros. Por último, había aprendido a expresar sus sentimientos con claridad, y comprendió que enseñar y aprender a leer también es una forma de ser feliz. Hace unos días, mi corazón se llenó de alegría al ver a Sami rodeada de sus hermanas, enseñándoles a leer para que sus corazones también se llenaran de la magia del asombro.

* Según el último censo realizado por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en Colombia el 5,1% de la población, es decir 1.852.000 personas aproximadamente, son analfabetas. En la actualidad y desde el año 2024, la Fundación Ratón de biblioteca con el programa Leo Lee ha venido aportando a la solución de esta problemática. Leo Lee es un programa para la enseñanza explícita de la lectura y la escritura, que se enfoca en el desarrollo de la conciencia fonológica y alfabética. Gracias a los buenos resultados que dicho programa ha tenido este año, se amplió su cobertura, la cual se estaba realizando, inicialmente, en algunas instituciones del sector nororiental de Medellín, y debido a su gran impacto se está ejecutando también en otras instituciones educativas ubicadas en los sectores del noroccidente y el norte*