Cuando hablamos de literatura por lo general nuestros referentes son internacionales, muy pocas veces apelamos el talento nacional y si nos adentramos al mundo de la literatura infantil, la brecha se hace aún más grande. Desafortunadamente a nuestra mente vendrán unos pocos como Rafael Pombo o Jairo Aníbal Niño, que, aunque no haya duda de su calidad, se convierten, casi, en los únicos nombres con los que los docentes o el público general guardan alguna recordación.
Las lecturas escolares en los primeros años están cargadas de nombres, modelos y situaciones de origen extranjero. Los arquetipos, los ideales y paradigmas poco tienen que ver con los contextos y realidades locales. Sin embargo, hay momentos de lucidez donde el panorama ha cambiado un poco y nos alegra. Nos alejamos del autor famoso de tal país, del personaje que vive aventuras con las que un niño difícilmente se pueda identificar y fijamos nuestra mirada en las historias que suceden en nuestro territorio. Somos una fuente rica en autores locales que ya sea creando lecturas o ilustrándolas, nos cuentan de manera cercana todo un universo literario de gran calidad artística y estética.
Promover nuestros autores y nuestras historias es sumamente importante ya que muchos de ellos hablan de lo que pasa en nuestro territorio: cómo pasa y por qué pasa. También resaltan la creatividad de nuestras tradiciones orales, la riqueza de nuestros saberes ancestrales y nos conectan de manera directa con situaciones que son muy propias de nosotros pero que también tienen el alcance de ser universales.
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Por: Sandra Gutiérrez Bolívar
Bibliotecóloga
Ratón de Biblioteca